Todos esos céntimos que siempre vamos dejando en ceniceros, jarroncillos o cualquier pieza del menaje que encontremos a nuestro paso cuando nos pesa el bolsillo, los recogí, los llevé al taller y con fuego y martillo los doblegué a ser algo más preciado, les di buena compañía, plata y perlas y los convertí en una joya con el sello de à.
Claro, después del resultado, ahora pido en vez de chapas céntimos arrinconados, y esto como que ya no mola tanto y no lo entiendo, si están tiradas por todos los cacharros de las casas. ¿Se guardaran por esto? el dinero llama al dinero